Formaron parte del paisaje, de la vida de la ciudad. Los trolebuses, de procedencia inglesa, que ocuparon la Pescadería y algunos barrios periféricos. Hace ya años que se sustituyeron. Un medio de transporte limpio, eléctrico, silencioso, se cambió por una flota de nuevos y flamantes autobuses de motor de combustión de gasóleos, ruidosos y contaminantes.
La Coruña perdió "glamour". Perdió transporte sostenible. Perdió encanto al perder los troles ingleses.
jueves, 27 de febrero de 2014
miércoles, 19 de febrero de 2014
La Ciudad de las Rías
De vez en cuando resurge la idea acuñada por D. Andrés Fernández Albalat, el gran arquitecto coruñés. Estos días por dos razones. El debate abierto acerca de la (inevitable y necesaria) fusión de concellos. Y, además, por las consecuencias económicas y demográficas que están haciendo que ciudades como Ferrol estén atravesando su peor momento desde hace 60 años.
La unión del Golfo Ártabro mediante tres puentes es técnicamente posible como han demostrado muchos ingenieros y arquitectos, el primero de ellos Albalat. Los puentes sobre las rías de La Coruña, Ares y Ferrol facilitarían la movilidad de cerca de un millón de personas con gran rapidez y de forma económica, unirían dos grandes radas, facilitarían las conexiones ferroviarias, acercarían el aeropuerto, etc....
No sé si sería "la" solución a todos los males. Podría dejar de ser una utopía. Y podría complementarse con el tráfico marítimo, utilizado hace más de 100 años con los vapores Comercio, Ferrolano y Vencedor.
Los tiempos han cambiado. Las economías de escala dejarán de ser un tecnicismo que utilizan las grandes empresas para ser un concepto necesario en la administración de las ciudades. El minifundismo territorial no ayuda a mejorar la gestión eficiente, austera, sostenible. Y no digamos ya el minifundismo mental, el localismo caciquil.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Calafatear España
España hace agua por todas partes. Se nos va el Estado por las juntas. Corrupción, desempleo, aumento de la pobreza, desafección política, desprestigio de la Casa Real, desconfianza en las instituciones, depresión económica, moral, ética... Hará falta mucho esfuerzo para, una vez más, hacer un país consistente, sellar las juntas y las heridas, hacer solidarias y fuertes todas sus partes, la obra viva de los ciudadanos y la cubierta de sus instituciones. Hay que calafatear España.
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